Atención, si eres sensible a lecturas basadas en hechos reales, piénsalo bien antes de leer la siguiente historia:

Los tamales del infierno

En la colonia Portales de la Ciudad de México, un pequeño negocio de tamales se convirtió en leyenda por sus sabores irresistibles y su constante éxito. Conocido como "Tamales Doña Licha," el lugar ofrecía una variedad de tamales que abarcaba desde los más tradicionales —rojos con costilla de puerco, verdes con carne y chile, hasta tamales dulces de piña y fresa, acompañados de una extensa gama de atoles que deleitaban a cualquiera. Pero lo que nadie imaginaba era que tras ese próspero negocio se escondía un oscuro y escalofriante secreto.

Años después de que Doña Licha abriera su tamalería, y mientras el negocio continuaba floreciendo, un día de septiembre de 1971 sucedió algo inesperado. Un niño llamado Juanito, quien frecuentemente compraba los tamales verdes, hizo un descubrimiento que cambiaría la historia del lugar para siempre. Al morder su tamal, notó algo duro y extraño entre la masa y la carne. Con manos temblorosas, escarbó en el tamal hasta sacar un dedo humano. Aterrorizado, corrió hacia su madre, quien, con el rostro desfigurado de horror, lo llevó de inmediato a la policía.

El macabro hallazgo desencadenó una exhaustiva investigación. Las autoridades arrestaron a Doña Licha, quien hasta entonces era vista como una amable y dedicada comerciante. Sin embargo, durante los interrogatorios, y sometida a una presión abrumadora, terminó confesando algo impensable: llevaban años usando carne humana en la elaboración de los tamales. La verdad era que el origen de esta atrocidad se remontaba a un suceso aterrador.

Te puede interesar: Film Streams presenta una emocionante programación de eventos especiales en octubre

Todo comenzó cuando Doña Licha tuvo una violenta pelea con su amante, Braulio, un hombre que la maltrataba y explotaba económicamente. Durante la última confrontación, y en un momento de desesperación, Doña Licha lo apuñaló en el corazón, terminando con su vida en el acto. En un ataque de pánico, recurrió a su hijo Vicente para deshacerse del cuerpo. Juntos, urdieron un plan tan retorcido como desesperado: utilizar la carne de Braulio como relleno de los tamales.

Lo que inició como un acto de supervivencia pronto se convirtió en una práctica habitual. La clientela, ignorante del origen de la carne, elogiaba su suavidad y sabor, asegurando que nunca habían probado algo igual. Pero cuando la carne de Braulio se agotó, Doña Licha y Vicente enfrentaron un dilema oscuro. En lugar de detenerse, tomaron una decisión aterradora: comenzaron a secuestrar y asesinar a personas de la zona, hombres, mujeres y hasta niños, quienes terminarían convirtiéndose en el secreto de su éxito culinario.

Durante años, la clientela siguió creciendo, y la fama de "Tamales Doña Licha" se extendió. Nadie sospechaba nada, hasta que el fatídico error de un dedo humano en un tamal desveló el horror.

Este oscuro episodio, ocurrido en una fría tarde de septiembre de 1971, marcó a la Ciudad de México y dejó grabado el nombre de Doña Licha en la historia como un caso espeluznante y macabro, imposible de olvidar.